“el que no hace nada con la selección”
para convertirse en
el jugador más ayudado, protegido, empujado y venerado por los estamentos del fútbol mundial.
El 18 de diciembre de 2022 nació el Messi definitivo.
El Messi al que la FIFA cuida,
al que Adidas encumbra,
al que los árbitros entienden,
al que el VAR ayuda,
al que los trofeos se los regalan.
Hasta entonces, el relato era sencillo y repetido como un mantra:
Messi desaparece con Argentina.
Messi no lidera.
Messi no gana nada.
Y de repente… Catar.
En cuestión de semanas, los antis hicieron un máster acelerado en cambio de discurso:
del “no hace nada con la selección”
al “le regalaron el Mundial”.
Ni término medio,
ni transición,
ni vergüenza.
El Messi que se borraba pasó a ser el Messi al que le señalan el camino.
El Messi cuestionado pasó a ser el Messi blindado.
No cambió el jugador.
Cambió el guion.
Y, sobre todo, cambió quién lo escribía.
Así que, puestos a elegir,
entre el Messi del relato antiguo —indolente, frío, siempre insuficiente—
y el Messi nuevo —al que, según los antis, le regalan todo: árbitros, FIFA, Adidas y trofeos—
me quedo con el segundo.
Porque al menos ese Messi tiene una certeza maravillosa:
Demuestra que los lloros de los antis aún no han terminado.
Soy como el Guadiana…
De Messi 100% pero carlosmediavillista de espíritu.
Muy cierto.
Y también los mechicanos se convirtieron en expertos en Economía…
Qué disfrute es ver cómo se quiebra la psique de las repugnantes ratas antifútbol. Ver a seres tan miserables como esos tan pero tan desahuciados es… hermoso.
Pero lo realmente importante de ese día, dejando alimañas de lado, es que GANÓ EL FÚTBOL. No hay más. Cierren el estadio. Apaguen las luces. Un señor de 1,70 acaba de pasarse el fútbol.