Desde chiquito Messi siempre dijo lo mismo. Humildad y coherencia.
No necesita pregonar que es el mejor, no le hace falta hacerlo. Su legado es lo que hizo y hace en la cancha gracias a ese Don de Dios tan bien cuidado por él con displina y vida familiar sana.
Y no necesita convencer a nadie ni con entrevistas ni con publicidades arrogantes.
Los que amamos y sabemos de fútbol sabemos que su lugar es junto a los otros dos Dioses del Olimpo; la mayoría sabemos que ya superó a Pele y Maradona, pero tampoco nos molesta si algún viejo nostálgico compara a Messi con esos dos monstruos del fútbol y dice que alguno de ellos es mejor que Lionel. No pasa nada. A ese nivel ya no hay casi diferencias entre estos Dioses, que tanta magia le han proporcionado al Fútbol.
Y si bien el marketing y las redes modernas quieren forzar y ampliar (y hasta modificar) la cuenta, ese sitio de privilegio está destinado a solo esos 3 genios de la pelota de entre millones de jugadores de la historia.
